De la mejor biblioteca
de este país, mi atención
remite esos tomos; nadie
tan sabio como su autor.
Sobre la misma materia
van, de buen comentador,
unos chorizos al margen,
a manera de adición.
Repásalos poco a poco,
pues que más se aprovechó
en bucólicas de plato
que en ideas de Platón.
Deja a Cartesio, a Diveo,
Maignan, Gasendo y Bacón,
que aunque todos saben bien,
un pernil sabe mejor.
¿Qué te importa que sea el todo
entidad distinta o no
de sus partes, si lo mismo
son torreznos que jamón?
Deja que materia y forma
se distingan en rigor,
pues que nunca te deshace
el pernil la distinción.
Deja que el continuo sea
de infinita división,
como siempre en tu cocina
sea continuo el asador.
Que obre immediate o mediate
la sustancia, ¿qué importó,
cómo en tu estómago ejerzan
las lonjas su operación?
Que sea entidad separable,
y no modo, la calor,
nada importa, como tú
hagas bien la digestión.
Que la privación se tenga
por principio, no es error,
mientras no haya en los principios
de tu mesa privación.
No niegues a la materia
su infinita partición,
y sacarás más lonjitas
que los átomos del sol.
¿Qué sirve que el microscopio
haga al mosquito capón,
si microscopio no tiene
el paladar ni el sabor?
Sin la costa de alambiques,
sin fatiga y sin sudor
hallarás el caput mortuum,
en haciendo un chicharrón.
En manos de la disputa
el cielo al mundo dejó;
bien se le conoce al pobre
la asistencia del tutor.
Aristóteles, Teofrasto,
Pitágoras y Zenón
jamás pudieron saber
la esencia de un caracol.
[...]
Eugenio Gerardo Lobo